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La Realidad de la Reconstrucción: Lo que se Construyó y lo que no

A pesar de la brillantez y el potencial transformador de los planes de Wren y Evelyn, ninguno de ellos fue implementado en su totalidad. La "ciudad ideal" imaginada por estos arquitectos se topó con la compleja realidad social, económica y política de la época. 

Los obstáculos principales fueron:

  • Derechos de Propiedad: Este fue el factor más insuperable. Los grandiosos diseños de avenidas y plazas implicaban una radical redistribución y expropiación de miles de parcelas individuales. Porter (1995) describe cómo el deseo de los propietarios privados de reconstruir rápidamente en sus parcelas originales fue determinante en la forma final que adoptó la ciudad: “Most property owners wanted to rebuild on their old plots as quickly as possible” (p. 90). Cualquier intento de redistribuir el suelo, abrir nuevas avenidas o reorganizar manzanas habría requerido un proceso legal, administrativo y económico sumamente complejo: “Any such scheme would have required extensive legal and financial arrangements” (p. 90).

  • Problemas Economicos y Politicos: Porter (1995) detalla los numerosos obstáculos que enfrentaron los planes urbanos propuestos. El autor señala que el rey Carlos II no contaba con los recursos financieros ni con el poder político necesario para imponer un nuevo diseño de ciudad: “Charles had no funds to impose a royal plan, and the City of London had no wish to be ruled” (p. 89). Esta limitación del poder real se agravaba por la autonomía de la City, cuyos líderes priorizaban la restauración del orden comercial sobre cualquier ambición urbanística. La necesidad de obtener la aprobación del Parlamento y la cooperación de la Corporación de la Ciudad de Londres, que defendía los intereses de sus constituyentes, limitó drásticamente la capacidad de implementar cambios radicales en la propiedad de la tierra.

 

  • Presión para la Reactivación Económica: La prioridad absoluta era restaurar la vida económica de Londres. Retrasar la reconstrucción con ambiciosos proyectos de planificación habría tenido consecuencias devastadoras para el comercio y la subsistencia de miles de ciudadanos. La rapidez primó sobre la perfección.

 

Lo que Realmente Quedó de la reconstrucción fue una ciudad que, si bien mejorada, se mantuvo fiel a su estructura medieval. Las regulaciones de construcción sí cambiaron drásticamente, exigiendo el uso de materiales resistentes al fuego como el ladrillo y la piedra, lo que hizo que la nueva Londres fuera significativamente más segura. Algunas calles principales fueron ensanchadas, pero no al nivel de las vastas avenidas propuestas por Wren. La gran mayoría de la red de calles mantuvo su trazado original.

En paralelo, los intereses económicos de la City pesaron fuertemente. La prioridad era reactivar la actividad comercial lo antes posible, por lo que cualquier reforma urbanística que implicara demoras en la reapertura de los negocios era vista como un obstáculo (Morris, 1984, p. 34).

El clima político posterior a la Restauración tampoco favorecía reformas profundas. Aunque el rey Carlos II tenía intenciones de modernizar la ciudad, predominó la necesidad de estabilidad política sobre el deseo de transformación urbana.

También hubo condicionantes técnicos. Aunque se impuso el uso de ladrillo y piedra como materiales resistentes al fuego, la escasez y el elevado coste de la piedra —sumado a la disponibilidad de arcilla en los alrededores de Londres— hicieron que el ladrillo fuera el material predominante (Morris, 1984, p. 52).

1775 LON Plaza Hannover.jpg

A pesar de estas limitaciones, se llevaron a cabo reformas importantes en el plano normativo. La Primera y Segunda Ley de Reedificación (1667 y 1670) regularon aspectos claves como el ancho de las calles —de 30 metros para las principales hasta 5 metros para los callejones—, las alturas permitidas de las viviendas según la categoría de la vía, y la obligatoriedad del uso de materiales no inflamables (Morris, 1984, pp. 51–52). Además, se reglamentaron las paredes medianeras, promoviendo una reconstrucción más equitativa entre propietarios (Morris, 1984, p. 52).

A pesar de estas limitaciones, se llevaron a cabo reformas importantes en el plano normativo. La Primera y Segunda Ley de Reedificación (1667 y 1670) regularon aspectos claves como el ancho de las calles —de 30 metros para las principales hasta 5 metros para los callejones—, las alturas permitidas de las viviendas según la categoría de la vía, y la obligatoriedad del uso de materiales no inflamables (Morris, 1984, pp. 51–52). Además, se reglamentaron las paredes medianeras, promoviendo una reconstrucción más equitativa entre propietarios (Morris, 1984, p. 52).

Sin embargo, desde una perspectiva urbanística más amplia, la reconstrucción fue una oportunidad desaprovechada. El plan de Wren, que proponía una transformación estructural, fue descartado en favor del statu quo. Hiorns lo califica con severidad: “no sacar partido del éxodo de población que siguió a la peste y al incendio para llevar a término mejoras radicales debe ser considerada hoy como una imprevisión llevada hasta límites de locura” (Hiorns, p. 119).

En contraste con este fracaso, otras iniciativas británicas ofrecían ejemplos exitosos de renovación urbana. Covent Garden, diseñado por Inigo Jones desde 1630, ya aplicaba principios de orden clásico, simetría y monumentalidad que tomaban como referencia las plazas italianas y francesas (Guía literaria de Londres, 2021, p. 3). En el siglo XVIII, modelos como los squares y circuses de Bath demostrarían que la fusión entre arquitectura privada y espacio público podía ser efectiva, con propuestas como las de John Wood padre e hijo, que consolidaron una nueva estética urbana basada en la regularidad, el equilibrio y la forma monumental.

GRUPO 3 - Fernandez - Gonzalez Lobo - Marra - Sabella - Perea Muñoz 

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